jueves, 3 de noviembre de 2011

Animal político o político animal


Por Santiago Sepulveda


“Si algún animal supiera que lo comparan con un político, creo que se sentiría profundamente ofendido”

Entre las confrontaciones apresuradas entre los posibles candidatos a la presidencia, no sobresalen sus propuestas, sino sus personalidades, principalmente sus defectos. El animal político no tiene una sola cara, no es bueno, o malo, sino simplemente humano, que ve el mundo desde una perspectiva diferente, ocultando su verdadera intención, la cual nunca conoceremos, por que esas intenciones están influenciadas por terceros, llámese padrinos de campaña, llámese seguidores incuestionables, o incluso su comportamiento y sus intenciones también cambian debido a su oposición. Aquí es donde encontraremos una fauna extensa de ejemplares singulares, donde el político se transforma literalmente en su analogía salvaje, donde parece alejarse por un momento de esa humanidad y convertirse en una especie de animal.

Lo cierto es que los demás solo somos espectadores que especulamos, esperando lo peor o lo mejor de los candidatos. Sin olvidarnos que su lado salvaje no es parte de la naturaleza animal, sino también del instinto humano. No tengo favoritos, mucho menos ídolos, no creo en la ceguera, y la razón me dice que es difícil confiar en alguno, las palabras, los discursos y su retórica, simplemente son su pantalla. En algunas ocasiones lo más sobresaliente del mismo supuesto candidato es solo su rostro o su apariencia física, determinando un voto, no por convicción sino por la superficialidad que nos hace clasistas y selectivos.

El animal político lo creamos todos, desde que adoptamos la imagen que mercantilmente nos difunden los medios de comunicación de todos los posibles candidatos. Nosotros tenemos ya a nuestro héroe y a nuestro villano, como si esos políticos que tanto conocemos salieran de algún comic, y lo transformamos poco a poco en ese político animal, que nos agrada o nos provoca resentimiento u odio.

Cada simpatizante tiene a su candidato predilecto por alguna razón personal, no solo partidista, sino relacionada por la identidad, por la convicción, por la superficialidad, por el materialismo, o por las razones que sean, siempre escogeremos al final a uno, aunque ni siquiera votemos. Sin querer esta iniciando el espectáculo, pero aunque parezcamos solo espectadores, de nosotros depende si somos activos o pasivos, de nosotros depende no solo que gane un candidato o prevalezca sobre los demás, sino hacer cumplir las promesas de ese político y también a contribuir al cambio que queremos ver en nuestro país.

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